Son ya nueve primaveras de vida
en las que tengo que agradecer,
el haber encontrado una persona tan sencilla
que por tanto tiempo sorteaba ese hueco vacío en mi ser.
Dulce; cual aroma de rosas.
Elegante; cual revoloteo de bellas mariposas.
Risueña; como el pájaro que día tras día canta sus rimas.
Y gentil; como el querubín de las más altas cimas.
Siempre noté la falta de alguien en mi vida.

En mi corazón siempre un pedacito vacío.
Hasta ese día en que encontré tu alma caritativa
y sucumbí a tu presencia, con un breve escalofrío.
Renovaste en mi vida la necesaria fe, ¡ya perdida!
y, aunque mi motivación ya quedaba algo dormida,
despertaste sentimientos por querer mantenerla erguida.
Gracias a ti, resurgió algo ya desaparecido en mi día a día.
Tú, que no siendo de mi sangre nacida,
te debo una ilusión veraz ya casi ni mantenida.
Y aunque reconozco que hermana no tenía conocida,
en tu rostro mi alma ya se encuentra calidecida.
Una oración clama al cielo cada noche,
que prolongue tu felicidad y te apoye en tu soñar.
Le pido por ti al mismo Dios sin reproche
que mantenga esa unión del destino sin nada más reclamar.
Anunciado queda en el astro celestial,
en esta tarde lluviosa de puro invierno,
que te he de prometer a ti princesa de un cuento,
que jamás este sentimiento tendrá su final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario